Voces de artesanas en la Pandemia – Testimonio Lidia Huamán, Pitumarca
La provincia de Canchis, en el Cusco, es uno de los epicentros de la artesanía textil en el Perú, heredera de ancestrales técnicas manuales precolombinas. Allí, en el distrito de Pitumarca, (la de la montaña de los siete colores) – Lidia Huamán Huaraya es una joven madre artesana, que fue participante del proyecto Mujeres Talento, ejecutado por ASPEm y financiado por Unión Europea, que ha visto cómo la pandemia del COVID 19 ha perjudicado y empobrecido cientos de familias que viven de esta actividad, Patrimonio Cultural de la Nación.
Lidia era una de las artesanas que, en estos últimos años gracias a su formación en el proyecto Hecho con Talento, logró comercializar sus productos en el hotel más importante del Cusco, Monasterio, ofreciendo sus hermosas prendas de lana como mantos, chalinas, chullos o guantes a cientos de turistas de todas partes del mundo. La calidad textil y orfebre de las prendas de Lidia deslumbraba a los visitantes. Ella, como sus compañeras de la Asociación de Artesanos Apu Los Auquis, de Pitumarca, podía trabajar dignamente y apoyar en sacar adelante a su familia. El COVID 19, de pronto, cerró el turismo y puso la economía de Cusco contra la pared.
Lidia, en cuarentena obligada, pasa sus días recluida en su casa, con su pareja, el agricultor Freddy Quispe y con su hijo Luis, cuidando, además, a tres de sus menores hermanos que aún están en el colegio. No hay movilidad, no hay ni un solo turista, todo el negocio artesanal está paralizado en la histórica región inca. En su hogar, al menos, pueden consumir las papas y los chuños que ellos mismos cultivan y un poco de carne de alpaca que proviene de las alturas donde se encuentra su padre, el alpaquero Jesús Huamán. Lidia se preocupa en cómo estará su progenitor en esas frígidas alturas cusqueñas donde el teléfono no llega, comunidad de Tallani, a más de cuatro mil metros de altura, donde escasea el alimento y el hielo oprime. La cuarentena, sin artesanía, es monótona y difícil en Canchis. Por otra parte, Lidia sufre al ver los problemas que deben afrontar su hijo y sus hermanos en las clases virtuales, pues en Pitumarca sólo llega el canal de televisión del Estado, la señal de internet es deficiente y los niños y el pueblo mismo no estaban capacitado para adaptarse tan de pronto al uso de la tecnología.
La situación de Lidia no difiere de la de otras artesanas pertenecientes a las 23 asociaciones que existen en Pitumarca o las más de 50 que funcionan en la capital del departamento, Sicuani. Esta zona del Cusco vive, sin duda, del arte textil. Pero Lidia, como todos los artesanos, se ha descapitalizado y requiere financiación para la compra de los materiales, el hilo de alpaca y el de oveja. A su vez, su asociación sueña con contar con una máquina hilandera que les ayude en el proceso de creación. No es fácil tejer una prenda de acuerdo a lo que establece el ritual textil que ella heredó de su abuela Julia Huamán, la gran matrona del tejido de Pitumarca, que aún vive a sus 97 años de edad y de quien Lidia aprendió los secretos de la fibra de alpaca. Lidia, así, domina el hilado inicial, el “trueque” o torcido de la fibra, el teñido con tintes naturales como los que se extrae de la cochinilla, el urdido y finalmente el adorno. Lidia debía ir a la ciudad del Cusco a comprar sus materiales. Hoy, no hay movilidad para ir de Pitumarca a la capital imperial.
Como sus hermanas artesanas, algunas de ellas madres solteras, Lidia Huamán aguarda que esta pesadilla pase y pueda retornar al hotel Monasterio, a comercializar esas maravillosas prendas elaboradas con las fibras más finas del mundo. El COVID 19 le ha cambiado la vida de golpe, pero las tejedoras de Canchis están seguras que resurgirán de nuevo como el ave fénix, engrandeciendo la notable tradición textil del Cusco que ya ha trascendido nuestras fronteras.
Entrevista realizada por Juan Ochoa-Periodista